El número más incomprendido, más extraño, más diferente y más alejado de los estándares a los que estamos acostumbrados y, justamente por ello, el más hermoso, el mejor ejectudao, el más
vibrante, el de vestuario perfecto, el de naturalidad tremenda de todos sus componentes.
La música, nunca escuchada en el concurso, coreografías muy bien repartidas por la escena y una metáfora acerca de la fugacidad del tiempo (la vida, la muerte, con guiños que Moises Climent quiso
ofrecer (como el metrónomo copia a tamaño real de la obra de arte de Man Ray del Museo ReIna Sofía, que nadio entendió y que marcaba el ritmo del posiblemente mejor número de los
realizados), el más mimado y sentido, el más maduro y el que un tercer premio sonó, esta vez, a pucherazo por los mismos motivos del año anterior y que gracias a nuestra comparecencia en la
reunión de 2010 pudimos subsanar los problemas de instrusismo en los jurados en adelante.
Moises Climent Bort